El Espejismo del Libertarismo: Una crítica desde la Doctrina Social de la Iglesia.

El Espejismo del Libertarismo: Una crítica desde la Doctrina Social de la Iglesia.

Principio de la Dignidad Humana

La Doctrina Social de la Iglesia sostiene que cada ser humano tiene una dignidad intrínseca, lo que significa que su valía no depende de su condición social, económica, origen étnico o cualquier otro factor externo. Esta perspectiva se basa en la creencia de que todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, poseen una dignidad que debe ser reconocida y respetada por todos. El Libertarismo, al enfocarse en la autonomía individual y la no intervención estatal, puede, en ocasiones, pasar por alto esta noción fundamental de dignidad humana al no abordar las desigualdades y la falta de acceso a recursos básicos que enfrentan los más vulnerables.

La Doctrina Social de la Iglesia hace hincapié en la responsabilidad de la sociedad y el Estado de proteger y cuidar a los pobres y vulnerables. En «Caritas in VeritateBenedicto XVI destaca la importancia de promover la caridad y la justicia social como formas de respetar la dignidad de los menos afortunados. Sin embargo, el Libertarismo a menudo favorece un enfoque en el mercado libre y la no intervención gubernamental, lo que podría llevar a la falta de redes de seguridad social y programas de asistencia que son esenciales para garantizar que las personas más desfavorecidas sean atendidas adecuadamente.

Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, la equidad y la justicia social son componentes clave para asegurar que la dignidad humana sea respetada. Esto implica abordar las desigualdades económicas y trabajar para crear una sociedad en la que todos tengan igualdad de oportunidades y acceso a recursos básicos como educación, atención médica y vivienda. El enfoque del Libertarismo en la autonomía individual y la no regulación del mercado podría conducir a una concentración de riqueza en manos de unos pocos, lo que a menudo resulta en desigualdades significativas y la negación de la dignidad de aquellos que luchan por satisfacer sus necesidades básicas.

Bien Común y Solidaridad

El principio del bien común y la solidaridad son conceptos centrales en la enseñanza social católica y juegan un papel fundamental en la crítica al Libertarismo desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia. Estos conceptos se encuentran en documentos como «Gaudium et Spes» del Concilio Vaticano II y resaltan la importancia de la responsabilidad social y el bienestar colectivo.

La Doctrina Social de la Iglesia considera que el bien común es el objetivo principal de la sociedad y la política. Esto implica que las políticas y acciones deben estar orientadas hacia el beneficio de todos los miembros de la sociedad, no solo de unos pocos. Por otro lado, el Libertarismo, al enfatizar los derechos individuales y la mínima intervención del estado, puede ser criticado por dar prioridad al interés propio sobre el bienestar colectivo. Esto puede llevar a la falta de regulaciones que aseguren la equidad y la justicia en la distribución de recursos y oportunidades, socavando así el bien común.

La solidaridad es otro principio fundamental en la Doctrina Social de la Iglesia. Implica un compromiso activo de apoyar y ayudar a los demás miembros de la sociedad, especialmente a los más necesitados. «Gaudium et Spes» enfatiza la importancia de buscar el bienestar de todos, no solo el propio. En contraste, el Libertarismo tiende a enfocarse en la autonomía individual y la no intervención gubernamental, lo que puede llevar a la falta de políticas y programas de apoyo que fomenten la solidaridad y la responsabilidad social.

La promoción del bien común y la solidaridad va de la mano con la búsqueda de la justicia social y la equidad en la sociedad. La Doctrina Social de la Iglesia aboga por políticas que aborden las desigualdades económicas y sociales, garantizando que todos tengan acceso a recursos esenciales como la educación y la atención médica. El Libertarismo, al no abogar por una intervención gubernamental significativa, puede ser percibido como incapaz de abordar adecuadamente estas desigualdades, lo que socava los principios de justicia social y equidad.

Subsidiariedad y Rol del Estado

El principio de subsidiariedad y el rol del Estado son temas clave en la crítica al Libertarismo desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia. La Doctrina Social de la Iglesia promueve el principio de subsidiariedad, mientras que el Libertarismo tiende a favorecer un estado mínimo y la no intervención. Textos como la encíclica «Quadragesimo Anno» de Pío XI abordan este equilibrio entre los diferentes niveles de la sociedad.

La subsidiariedad es un principio que implica que las decisiones y las acciones deben llevarse a cabo en el nivel más cercano posible a las personas afectadas. En otras palabras, las estructuras mayores, incluido el gobierno, deben intervenir solo cuando las estructuras menores no pueden resolver ciertos problemas por sí mismas. Este principio busca empoderar a las comunidades locales y a las personas, reconociendo su capacidad para tomar decisiones que afectan sus vidas. La Doctrina Social de la Iglesia abraza este principio como una forma de promover la autonomía y la responsabilidad de los individuos y grupos más pequeños.

En contraste, el Libertarismo tiende a favorecer un estado mínimo, limitando la intervención gubernamental en asuntos económicos y sociales. Esta perspectiva puede llevar a la reducción de servicios públicos, regulaciones y programas de apoyo. Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, esto puede ser problemático, ya que se interpreta como una falta de atención a las necesidades de los más vulnerables y una negación de la importancia de las estructuras mayores, como el gobierno, en la promoción del bien común.

«Quadragesimo Anno» de Pío XI es un documento que aborda la importancia de encontrar un equilibrio adecuado entre los diferentes niveles de la sociedad. Reconoce la necesidad de la intervención gubernamental cuando sea necesario para garantizar la justicia social y el bien común. En este sentido, la enseñanza social católica no aboga por un estado omnipresente, pero sí defiende un papel activo del Estado en áreas cruciales como la justicia distributiva y la protección de los derechos de los más vulnerables.

Justicia Económica y Distributiva

La cuestión de la justicia económica y distributiva es otro punto clave de crítica al Libertarismo desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia. La enseñanza social católica aboga por una distribución justa de los recursos y se preocupa por abordar las desigualdades económicas y la justicia social. Esto contrasta con el Libertarismo, que enfatiza el libre mercado y la propiedad privada y a veces puede ser percibido como insensible a las desigualdades y problemas sociales que no se resuelven mediante el mercado. La encíclica «Populorum Progressio» de Pablo VI es un ejemplo de un documento que discute la necesidad de una justa distribución de la riqueza.

La Doctrina Social de la Iglesia sostiene que la distribución de los recursos debe ser justa y equitativa. Esto significa que no solo se trata de permitir que el mercado determine la distribución de la riqueza, sino que también implica un compromiso activo para corregir desigualdades injustas. La encíclica «Populorum Progressio» enfatiza la importancia de abordar estas desigualdades y trabajar hacia una distribución más justa de los recursos.

La enseñanza social católica considera que la justicia social es esencial para una sociedad justa y sostenible. Esto implica no solo abordar las desigualdades económicas, sino también garantizar que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos, como educación y atención médica. El Libertarismo, con su énfasis en el libre mercado y la propiedad privada, puede ser visto como incapaz de abordar adecuadamente estas preocupaciones, ya que tiende a dar prioridad a la autonomía individual y a la no intervención gubernamental.

Una crítica común al Libertarismo es que puede llevar a desigualdades extremas de riqueza y poder, ya que no proporciona suficientes mecanismos para contrarrestar la acumulación desproporcionada de recursos. Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, estas desigualdades extremas son contrarias a los principios de justicia y dignidad humana.

Ética Laboral y Derechos de los Trabajadores

La ética laboral y los derechos de los trabajadores son aspectos críticos en la crítica al Libertarismo desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia. La Doctrina Social de la Iglesia siempre ha defendido los derechos de los trabajadores y ha enfatizado la importancia del trabajo para la dignidad humana. «Laborem Exercens» de Juan Pablo II es un texto central en este contexto.

La enseñanza social católica sostiene que el trabajo es una fuente de dignidad humana y una forma en la que las personas participan en la creación y contribución a la sociedad. Esta perspectiva reconoce que el trabajo no debe ser visto simplemente como una mercancía en el mercado, sino como una actividad que enriquece a las personas y a la comunidad en su conjunto. El Libertarismo, al enfatizar la libertad de mercado y la libertad empresarial, a veces puede pasar por alto esta dimensión del trabajo y centrarse en la maximización de la eficiencia económica.

La enseñanza social católica defiende los derechos de los trabajadores, incluido el derecho a condiciones laborales justas, salarios dignos y la libertad de asociación sindical. Estos derechos son vistos como esenciales para proteger la dignidad de los trabajadores y garantizar una relación laboral justa. El Libertarismo, al priorizar la libertad del mercado y limitar la intervención gubernamental en asuntos laborales, puede ser criticado por limitar estos derechos laborales en favor de la libertad empresarial.

«Laborem Exercens» de Juan Pablo II es un texto clave que aborda el papel del Estado en la protección de los derechos de los trabajadores. La encíclica destaca la importancia de la intervención gubernamental para garantizar condiciones laborales justas y equitativas. Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, el Estado tiene un papel vital en garantizar que los trabajadores sean tratados con dignidad y justicia en el ámbito laboral, lo cual a menudo no es un enfoque central del Libertarismo.

Mateo 25, 31-46 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Mateo 25, 31-46 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La enseñanza de Jesús en Mateo 25, 31-46, que llama a la compasión y a la acción en favor de los más necesitados, encuentra un paralelo contemporáneo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Estos objetivos, al abordar diversas formas de sufrimiento y desigualdad, pueden ser vistos desde una perspectiva católica como expresiones concretas de misericordia y justicia social, fundamentales en la Doctrina Social de la Iglesia. Sin embargo, es crucial reconocer que la Iglesia Católica plantea criterios específicos para discernir aspectos de estos objetivos que pueden entrar en conflicto con su doctrina.

Tuve Hambre y Me Dieron de Comer – ODS 2: Hambre Cero

La Doctrina Social de la Iglesia, reflejada en documentos como «Caritas in Veritate» de Benedicto XVI, hace hincapié en que la alimentación no es solo una necesidad básica sino también un derecho fundamental. Este derecho implica que cada persona debe tener acceso a suficiente comida, no solo para sobrevivir, sino para vivir una vida digna. La encíclica amplía esta visión, argumentando que el hambre es un problema que afecta a la justicia y la equidad en el mundo.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, Hambre Cero, busca erradicar el hambre y asegurar el acceso a una alimentación suficiente y nutritiva para todas las personas. Este objetivo se alinea estrechamente con la enseñanza católica, ya que promueve la dignidad humana y el respeto por la vida en todas sus etapas. La meta de Hambre Cero no solo aborda la necesidad de comida, sino que también implica el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles y equitativos.

Los católicos están llamados a responder a este desafío de múltiples maneras. Las respuestas incluyen el apoyo a políticas públicas que promuevan la seguridad alimentaria, la participación en programas de ayuda alimentaria y el fomento de prácticas agrícolas sostenibles. También implica la educación y sensibilización sobre el problema del hambre y la malnutrición, así como el impulso a una economía que priorice las necesidades humanas básicas sobre la ganancia.

En todo el mundo, numerosas organizaciones católicas trabajan para combatir el hambre. Esto incluye no solo la distribución de alimentos a los necesitados, sino también proyectos a largo plazo que abordan las causas subyacentes del hambre, como la pobreza, la desigualdad y la degradación ambiental. Un ejemplo destacado es el trabajo de Caritas Internationalis, una confederación de organizaciones caritativas católicas, que realiza esfuerzos significativos en la lucha contra el hambre a nivel global.

Tuve Sed y Me Dieron de Beber – ODS 6: Agua Limpia y Saneamiento

La referencia a dar de beber al sediento en Mateo 25, 31-46 simboliza una profunda preocupación por las necesidades básicas de las personas, reflejando el amor y la compasión. En el cristianismo, el agua no solo es vista como una necesidad física, sino también como un símbolo de purificación y vida espiritual, como se refleja en el sacramento del bautismo.

La encíclica «Laudato Si'» del Papa Francisco aborda el tema del agua no solo como un recurso esencial para la vida, sino también como un derecho que debe ser protegido y accesible para todos. El Papa subraya que el agua es un bien común, parte de la creación de Dios, y debe ser gestionada de manera que beneficie a toda la humanidad, especialmente a los más vulnerables.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 busca garantizar la disponibilidad y gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos. Este objetivo se alinea estrechamente con los valores católicos, ya que el acceso al agua limpia y al saneamiento es fundamental para la dignidad humana y la salud. Aborda desafíos críticos como la escasez de agua, la contaminación y la falta de infraestructuras de saneamiento.

La Iglesia Católica llama a sus fieles a comprometerse con la preservación y gestión sostenible del agua. Esto implica abogar por políticas que aseguren el acceso equitativo al agua, participar en iniciativas de conservación y protección de fuentes de agua, y educar sobre la importancia del agua para la vida y la dignidad humana.

Organizaciones católicas en todo el mundo han tomado iniciativas significativas para mejorar el acceso al agua y al saneamiento. Esto incluye proyectos de construcción de pozos, sistemas de recolección de agua de lluvia y programas de educación sobre higiene y saneamiento en comunidades vulnerables. Un ejemplo es el trabajo de organizaciones como Catholic Relief Services, que implementan proyectos de agua y saneamiento en áreas afectadas por la pobreza y desastres naturales.

Fui Forastero y Me Acogieron – ODS 11: Ciudades y Comunidades Sostenibles

La encíclica «Fratelli Tutti» del Papa Francisco profundiza en el concepto de fraternidad universal y amistad social. Resalta la importancia de construir comunidades que no solo sean inclusivas, sino que también promuevan el bienestar de todos sus miembros, especialmente de los más desfavorecidos y marginados.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 se centra en hacer que las ciudades y asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Este objetivo resuena profundamente con la visión católica, ya que busca promover la inclusión social y el acceso equitativo a los servicios básicos para todos, incluyendo a migrantes y refugiados.

Desde una perspectiva católica, el compromiso con el ODS 11 implica trabajar para eliminar barreras de discriminación y segregación en las comunidades. Esto incluye abogar por políticas urbanas que fomenten la inclusión, apoyar el desarrollo de viviendas asequibles, y promover el acceso a servicios básicos como educación y salud para todos.

Un ejemplo notable es la labor de Caritas Internationalis en la promoción de la integración de migrantes y refugiados en las comunidades locales, así como su abogacía por políticas de migración justas y humanitarias. Además, muchas parroquias y comunidades católicas locales ofrecen apoyo directo a personas en situación de vulnerabilidad, ofreciendo servicios como refugios, programas educativos y asistencia sanitaria.

Estaba Desnudo y Me Vistieron – ODS 1: Fin de la Pobreza

La encíclica «Populorum Progressio», publicada por el Papa Pablo VI, aborda el tema del desarrollo humano integral y la necesidad de combatir la pobreza. En ella, se enfatiza que aliviar la pobreza no es solo una cuestión de caridad, sino un imperativo de justicia. La pobreza se ve no solo como una falta de ingresos, sino como una privación de los derechos básicos y una barrera para vivir con dignidad.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 1 tiene como meta erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo. Este objetivo está profundamente alineado con los valores católicos, ya que busca abordar las causas raíces de la pobreza y garantizar que todas las personas tengan acceso a sus necesidades básicas, incluyendo alimentos, vivienda, atención médica y educación.

Desde una perspectiva católica, enfrentar el desafío del ODS 1 implica un enfoque integral que no solo aborde las necesidades materiales, sino que también promueva el desarrollo humano en su totalidad. Esto incluye la promoción de políticas económicas justas, el apoyo a la educación y la formación, y la defensa de los derechos de los más pobres y marginados.

Las organizaciones católicas en todo el mundo desempeñan un papel activo en la lucha contra la pobreza. Esto se manifiesta en programas de ayuda directa, proyectos de desarrollo a largo plazo, y en la abogacía por políticas justas y sostenibles. Un ejemplo destacado es el trabajo de organizaciones como Cáritas, que no solo proporciona asistencia inmediata a los necesitados, sino que también trabaja en proyectos de desarrollo para mejorar la calidad de vida de las comunidades empobrecidas.

Enfermo y Me Visitaron – ODS 3: Salud y Bienestar

La obra de misericordia de visitar y cuidar a los enfermos, destacada en Mateo 25, 31-46, es un pilar fundamental en la enseñanza de Jesús. Esta acción simboliza el amor compasivo hacia los que sufren, reflejando un compromiso con la dignidad y el valor de toda vida humana. En el catolicismo, cuidar a los enfermos es más que un acto de caridad; es una forma de participar en el amor redentor de Cristo.

La encíclica «Salvifici Doloris» de Juan Pablo II profundiza en el significado del sufrimiento y la importancia del cuidado de los enfermos. Este documento enfatiza que el cuidado de los enfermos no solo alivia el dolor físico, sino que también proporciona consuelo espiritual y emocional, reconociendo la enfermedad como una experiencia que puede llevar a una mayor comprensión de la vida y de Dios.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 busca asegurar una vida saludable y promover el bienestar para todos en todas las edades. Este objetivo, que incluye el acceso a servicios de salud de calidad y la prevención y tratamiento de enfermedades, está en consonancia con la visión católica de cuidar integralmente a la persona.

La Iglesia Católica, en su enfoque de la salud, promueve un cuidado que respete la dignidad de la persona en su totalidad, abogando por un enfoque holístico de la salud que incluya aspectos físicos, mentales, espirituales y emocionales. Esto implica la promoción de sistemas de salud accesibles y asequibles, el apoyo a la investigación y tratamiento de enfermedades, y la defensa del derecho a la atención sanitaria.

En cuanto a los aspectos de salud reproductiva, la Iglesia enfatiza la necesidad de un discernimiento cuidadoso. Prefiere el término «procreación» sobre «reproducción», subrayando la dimensión sagrada de la creación humana. La Iglesia rechaza prácticas como el aborto y la anticoncepción, que van en contra de sus enseñanzas morales, y aboga por enfoques de salud reproductiva que respeten plenamente la vida y la dignidad humana desde la concepción hasta la muerte natural.

Las organizaciones católicas en todo el mundo participan activamente en la promoción de la salud y el bienestar. Esto incluye el funcionamiento de hospitales y clínicas, programas de prevención y educación en salud, y la prestación de servicios de cuidados paliativos y de apoyo a los enfermos y sus familias.

Preso y Me Vinieron a Ver – ODS 16: Paz, Justicia e Instituciones Sólidas

La instrucción de Jesús en Mateo 25,31-46 sobre visitar a los presos subraya la importancia de la misericordia y la justicia en el trato a los encarcelados. Esta enseñanza refleja una preocupación profunda por la dignidad humana y el bienestar de todos, incluyendo a aquellos en el sistema penitenciario. En la tradición católica, visitar a los presos es reconocer su humanidad y ofrecer esperanza y consuelo.

La encíclica «Gaudium et Spes» del Concilio Vaticano II destaca la importancia de la justicia social y el respeto por la dignidad humana en todos los ámbitos de la vida, incluido el sistema de justicia penal. Subraya la necesidad de enfocar la justicia penal no solo en la retribución, sino también en la rehabilitación y reintegración de los presos en la sociedad.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 16 busca promover sociedades pacíficas, justas e inclusivas. Este objetivo incluye la creación de sistemas de justicia que sean justos y equitativos, y el trato humano a los presos. El ODS 16 está en consonancia con los principios católicos de justicia, misericordia y rehabilitación.

Desde una perspectiva católica, abordar el ODS 16 implica promover sistemas de justicia que respeten la dignidad de todas las personas, incluyendo a los presos. Esto incluye abogar por condiciones carcelarias humanas, el acceso a la justicia para todos, y programas que apoyen la rehabilitación y reintegración de los presos.

Las organizaciones católicas han estado involucradas en diversas iniciativas relacionadas con el sistema de justicia penal. Esto abarca desde la prestación de servicios de capellanía en prisiones hasta la participación en el diálogo sobre reformas penales. Además, muchas organizaciones católicas trabajan en programas de apoyo a reclusos y exreclusos, ayudándoles a reintegrarse en la sociedad.

Reflexiones finales

La interrelación entre las enseñanzas de Jesús en Mateo 25 y los ODS subraya la relevancia continua de los principios bíblicos en el mundo contemporáneo y proporciona una guía para el compromiso católico en asuntos globales. La Iglesia, al adherirse a los principios de santidad de la vida y atender tanto a las necesidades materiales como al bienestar espiritual, ofrece una perspectiva única en el desarrollo sostenible.

Este análisis reafirma el llamado a los católicos a ser agentes activos de cambio, inspirados por las palabras de Jesús. Al abordar los desafíos del mundo actual, los católicos están llamados a actuar con esperanza, compasión y justicia. La Iglesia no solo aporta su rica tradición social y moral, sino que también se une a un esfuerzo global más amplio por un mundo que refleje el reino de justicia, amor y paz proclamado por Jesús.

Reflexiones sobre la Exhortación Apostólica «LAUDATE DEUM»

Tras leer la exhortación apostólica «LAUDATE DEUM», quiero compartir algunos pensamientos. Agradezco al Papa Francisco por iluminarme sobre el cambio climático, un tema crucial en nuestra era. Sin embargo, me hubiera gustado encontrar una mayor centralidad en Jesucristo, el corazón de nuestra fe. Aunque Jesús es mencionado, las referencias al cambio climático y al calentamiento global dominan el documento.

En mi revisión, noté que, aunque se cita Génesis 1,31 para destacar que la creación fue «muy buena», se omite subrayar que lo «muy bueno» se refería al ser humano, creado al sexto día. Esta distinción es esencial en la teología católica, ya que, como se menciona en el Catecismo de la Iglesia Católica, el ser humano tiene una dignidad única, estando por encima de toda la creación.

El concepto de «antropocentrismo situado» me preocupa. Si bien entiendo la necesidad de recalibrar nuestra relación con la naturaleza, este enfoque se acerca peligrosamente al panteísmo. Como cristiano y ecologista, valoro una ecología que reconozca la bendición de Dios al hombre: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra». Esta bendición, bien interpretada, podría orientar una recta ecología cristiana. Sin embargo el Papa nunca habla de ella.

Además, me sorprendió la autorreferencialidad del documento. Aunque «LAUDATE DEUM» se basa en «LAUDATO SI», hubiera apreciado citas de otros santos, papas anteriores o del catecismo para proporcionar una perspectiva más amplia.

En resumen, «LAUDATE DEUM» es un documento valioso que aborda la cuestión urgente del Cambio Climático desde una perspectiva cristiana. Sin embargo, creo que podría beneficiarse de una mayor integración de la teología tradicional y una mayor centralidad en Jesucristo. Invito a todos a leer el documento y formar su propia opinión: https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/20231004-laudate-deum.html

Lo que creo…

Lo que creo…

Hoy durante la Vigilia Pascual, se renuevan las promesas bautismales y se reza el Credo. Pues esto es lo que creo…

Creo en Dios Padre Todopoderoso…

Que nunca me ha fallado. Que me ha dado más de lo que merezco. Que siempre cuida de mi familia, especialmente de mis hijos.

…creador del Cielo y de la Tierra.

Por eso soy ambientalista porque quiero cuidar la casa común creada por Dios para toda la humanidad aunque sé que esto no se termina aquí sino allá donde están mis abuelos y otros seres queridos.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor…

Y creo que es mi amigo. Y creo que es mi hermano. Y creo que me escucha aunque la mayor parte del tiempo yo no lo escucho a Él.

…que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

Así es, sí lo creo; por muy pendejo que a veces suene. Lo creo con la inocencia de un niño y con la terquedad de un viejo.

Nació de Santa María Virgen.

Mi madre. La madre de mi madre. La mujer que acompañó a mi abuela antes de morir. La mujer que cuidó a mis hijos durante las dificultades del embarazo. La mujer que está representada en la imagen con la que me persigno antes de salir de casa.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.

Aunque siempre he creído que más culpa tuvo Herodes pero ese no es el punto.

Fue crucificado, muerto y sepultado.

¡Así es! Y de eso hay más testimonios y documentación que de la mayoría de eventos históricos que asumimos como ciertos. Así que este punto no es tanto de fe sino de certezas.

Descendió a los infiernos.

Esa parte no la entendí por años hasta que me explicaron que bajó a salvar a los justos que habían muerto antes de su Redención porque las puertas del Cielo estaban cerradas. Explicación sencilla para un asunto teológico complejo. En todo caso, qué bueno que las puertas ya estén abiertas.

Al tercer día resucitó de entre los muertos.

Y creo que resucitó de verdad, no metafóricamente. No a través del recuerdo de sus apóstoles. No en la conciencia colectiva y el imaginario de los cristianos. No en “cada brazo que se alza para defender al pueblo del dominio explotador”.  El Jesús en que yo creo resucitó de verdad y está presente en la Eucaristía.

Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso.

Pudo haber sido a la izquierda pero para el caso da igual.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Y no es que me provoque terror pero sí me hace pensar un poco antes de hacer alguna bobera. También me da esperanza aunque no sé si con una mezcla de venganza cuando veo que la justicia terrenal es tan injusta.

Creo en el Espíritu Santo.

En el que bajó sobre los apóstoles en Pentecostés. El que recibí en mi bautismo y confirmación. El que me ayudó a entender que mi vocación no era ser sacerdote sino que lo mío era casarme y formar una familia. El que sostiene a la Iglesia y mi matrimonio.

En la santa Iglesia Católica.

Santa por su fundador, Jesús. Santa por sus medios, los sacramentos. Santa por su fin, la salvación. Y tremendamente pecadora por todos nosotros. Y tremendamente pecadora en serio, escandalosa y asquerosamente pecadora a veces. Con curas y religiosos pederastas incluídos. Pero donde también he conocido a varias de las mejores personas que hoy tengo como amigos. Y la que siempre me acogió y me hizo sentir en casa en cualquier país que visité.

La comunión de los santos.

Entre mis favoritos San Francisco de Asís y San Juan Bosco.

El perdón de los pecados.

Desde los más tontos hasta los más graves que he cometido, sé que Dios me los perdonó en el confesionario. Y sé que yo también debo perdonar a quienes me ofenden aunque eso sea parte del Padrenuestro y no del Credo.

La resurrección de la carne.

Porque Jesús resucitó.

Y la vida eterna.

Que empieza con la concepción pero no termina en esta Tierra.

Amén.

El Cristianismo y el Medio Ambiente

El Cristianismo y el Medio Ambiente

En los círculos ambientalistas es común señalar a la cosmovisión judeo-cristiana como la raíz filosófica de la depredación que ha sufrido la naturaleza. Se dice que el mandato genesíaco de “dominar la tierra” (Gn 1, 28) ha servido como justificación para la devastación ambiental que se ha incrementado desde la Revolución Industrial. Sin embargo, pocos son los que conocen que esta idea surgió a partir de un artículo publicado en 1967 en la revista SCIENCE por parte del historiador norteamericano Lynn White.

Es innegable que este pasaje del primer capítulo del Génesis ha sido interpretado de diversas formas a lo largo de la historia con un marcado acento antropocéntrico dando a la creación un sentido netamente instrumental: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra” (Gen 1, 28). Las palabras “dominar” y “someter” parecen contener una clara tendencia hacia el abuso de poder y la sobreexplotación de naturaleza.

Sin embargo, el término “someter” viene del hebreo KABA que tiene varios significados, incluyendo tomar posesión, amparar y proteger (Sal 8, 7; Jos 18, 1). Lo mismo sucede con la palabra “dominar” del hebreo RADAH que se emplea para describir la acción de un pastor bueno y justo hacia su rebaño.

Esta interpretación guarda coherencia con el segundo relato de la creación donde los seres humanos son creados a partir de la tierra. La tarea del ser humano era “cultivar” y “guardar” el mundo que va siendo creado por Dios (Gn 2, 15).

Justamente este fue el mensaje que rescató el Papa Francisco el pasado 5 de Junio al conmemorarse el Día Internacional del Medio Ambiente: “El verbo ‘cultivar’ me recuerda la atención que el agricultor tiene por su tierra, para que dé frutos, y éstos sean compartidos: ¡cuánta atención, pasión y dedicación! Cultivar y cuidar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al principio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; significa hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos”.

Así mismo el Papa denunció que a menudo por la soberbia del dominio, del poseer, de manipular, de explotar, nos olvidamos que la creación es un don gratuito que debemos cuidar. Ideas similares ya estaban presentes en el Documento de Puebla (1979) donde se indicaba que “si no cambian las tendencias actuales, se seguirá deteriorando la relación del hombre con la naturaleza por la explotación irracional de sus recursos y la contaminación ambiental, con el aumento de graves daños al hombre y al equilibrio ecológico” (139).

Queda claro que la actitud de depredar la naturaleza no es coherente con el pensamiento cristiano. Todo lo contrario, como se enseña en el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: Si se llega a descubrir la naturaleza en su dimensión de criatura, se puede establecer con ella una relación comunicativa, captar su significado evocativo y simbólico, y así penetrar en el horizonte del Misterio, que abre al hombre el paso hacia Dios, Creador de los cielos y la tierra. El mundo se ofrece a la mirada del hombre como una huella de Dios, lugar en el que se desvela su potencia creadora, providente y redentora” (487).